La vecina cocinera
Aún no la conocemos, rara vez nos cruzamos con ella por el pasillo y ni siquiera sabemos cómo se llama… pero con esta vecina ya tenemos una relación ‘amor-odio’ especial. Cada vez que pasamos junto a su puerta a la hora de comer no sabemos si llamar al timbre para que nos haga un hueco en la mesa o taparnos la nariz para no tener que comparar esos olores celestiales con los que saldrán de nuestro microondas minutos después.
Todo el mundo tiene una vecina como ésta y seguro que ahora os estará viniendo a la mente, aunque normalmente suele tratarse de una persona mayor (o, al menos, así la imaginamos). El olor a puchero, de un sofrito que pasa horas removiéndose… Esas cosas que por nuestros ajetreados ritmos de vida ya no se estilan. ¡Pero qué duro es olerlo a diario y no poder probarlo!. Lo mejor es, sin duda, vivir en la ignorancia.
Vecina, si estás leyendo ésto… ¡déjanos un tupper en el buzón!. Prometemos no hacer fiestas los fines de semana, ni pasar la aspiradora los domingos por la mañana. Nosotros te prestamos toda la sal que haga falta, por eso no te preocupes. Padre de Sergio, si estás leyendo esto… no te pongas celoso, sólo tratamos de tener varios frentes abiertos por si algún día te cansas de hacernos la comida o te vuelves a ir de vacaciones.
jajaja! me han hecho reír muchísimo. Nosotros también tenemos una misteriosa vecina que a todo guiso le pone mantequilla, ajo o tocino…Ah! y dos o tres veces por semana hornea panes y galletas 🙁
Qué antojos nos hace pasar.
Muchos saludos desde México!