Los suecos y los chinos
La estructura de la independencia se sostiene en dos grandes vigas: la sueca y la china. Cuando un joven abandona el piso familiar sólo necesita saber que podrá conseguir muebles baratos y comida a cualquier hora. El resto es accesorio. Por eso, el Ikea y los ‘chinos’ se han convertido en iconos de la emancipación. Son, de alguna forma, nuestra salvación.
No hay nada parecido a ese momento de tranquilidad que sientes al doblar la esquina y ver el inconfundible cartel de ‘Alimentación’ (con las letras rasgadas y caídas desde el mismo día que inauguran el local). Sabes que no vas a volver a estar a las once de la noche sin nada que llevarte a la boca, ni sin jugar a la videoconsola porque se te han gastados las pilas. Tendrás que asumir un sobrecoste en cada producto, pero merecerá la pena cada céntimo. La independencia ya es más fácil.
De los grandes almacenes suecos no os vamos a contaros nada que no sepáis. Antes las familias preparaban durante años el ajuar para entregárselo al hijo cuando se casase y se fuese a vivir por su cuenta y riesgo. Sin embargo, los tiempos han cambiado y ahora los padres cogen al emancipado en cuestión y se lo llevan un sábado al Ikea. Todo un día de compras para que, encima, lo tengas que montar todo.
Ahora bien, comprar una mesa por cinco euros compensa buena parte de ese esfuerzo y ayuda a digerir las horas que te vas a tirar perdido por sus transitados pasillos.