Indonesia

Published on agosto 4th, 2018 | by Home Sapiens

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Fútbol en Indonesia: el fenómeno ultra se traslada a Asia

Hay que ponerse en situación para entender la magnitud de lo que hablo. Un partido amistoso entre dos clubs ‘amigos’ de la isla de Java. PSS Sleman como local (a las afueras de la ciudad de Yogyakarta) y el Persebaya, de la ciudad de Surabaya, a 8 horas en autobús del lugar donde se disputaba el partido. Viajaron más de 10.000 personas. Una auténtica locura. Así se vive el fútbol hoy en Indonesia.

He visto partidos en algunos de los estadios más famosos del mundo, rodeado de las aficiones más reputadas y en las competiciones más importantes a nivel mundial. Parece que tenía poco que ofrecerme este partido en Indonesia, pero fue un jodido espectáculo desde que llegamos al estadio. “¡Mucho cuidado con los de verde!”, nos dijo sorprendido el taxista que nos llevaba al estadio. Y resultó que allí todos iban de verde… Yo sin embargo tenía más miedo por Alicia que por los ultras. Estaba cabreada. Quería matarme por llevarla allí.

Éramos los únicos extranjeros en los alrededores del campo, buscando de un lado para otro las taquillas mientras cientos de chavales tatuados y con estética ultra nos pedían que nos hiciésemos fotos con ellos sujetando sus bufandas. No había ni tiendas, ni restaurantes, ni taquillas abiertas… así que buscamos alguna puerta que diese acceso al estadio y nos vimos de repente en una habitación donde los jefes de los ultras del equipo local y visitante gestionaban la compra de entradas.

A PIE DE CAMPO

Sorprendidos por ver a dos extranjeros allí nos trataron como reyes, nos regalaron las camisetas oficiales del equipo y acabamos entrando con nuestros petos de prensa al interior del estadio Maguwoharjo, donde poco a poco iban accediendo –muchos de ellos forzando las puertas de acceso, a empujones con los policías- todos los aficionados (hasta llenar los 32.000 ‘asientos’ que tiene de capacidad).

El ambiente al empezar el partido era tremendo y se fue animando según pasaban los minutos. Os engañaría si os digo que sé cómo acabó el partido. Iba escuchando de vez en cuando cómo se celebraban los goles, pero el verdadero ‘show’ lo tenían montado en las gradas.

Los ultras locales se hacen llamar Brigata Curva Sud (todo muy a la italiana), uno de los grupos de moda en Indonesia, pero los que manejaban el cotarro eran los aficionados del equipo visitante. Se hacen llamar BONEK (‘brutal’ o ‘radical’, traducido al castellano), que es el colectivo que agrupa a todos los ultras del Persebaya, seguramente la hinchada más numerosa del país.

LOS JEFES DE LOS ULTRAS

Charlé un rato con algunos de los jefes de ese grupo antes de entrar al campo, cuando aún estábamos en ‘shock’ por todo lo que ocurría a nuestro alrededor. Tulus Budi y Sinyo Devera eran los que se encargaban de toda la organización. Ellos viven por y para su equipo durante las 24 horas del día y los 7 días de la semana.

Generalmente los ultras europeos no quieren salir en los medios, ni mucho menos que les saquen fotos, pero estos chavales se pasaron el partido entero gritándome cuando me acercaba por la banda para posarme en las fotos. “Mister, mister, photo, photo!!”… se me acabaron quitando hasta las ganas de salir con la cámara.

Algunos habían pasado la noche durmiendo en esa misma grada. Muchos de estos chicos viajan sin dinero, ni alojamiento reservado, ni comida… el club local tiene que abrirles el estadio para que duerman en la grada la noche previa al partido y ya se encargan ellos de conseguir algo para cenar o comer (no siempre de manera legal).

Y SE DESATÓ LA VIOLENCIA

Estaba claro que tenían la estética ultra bien copiada, pero hasta entonces nos habían parecido unos chavales encantadores vestidos de malotes. Pero cuando estaba el partido en la segunda parte empezó a montarse una buena bronca en uno de los córners del estadio. Volaban botellas, puñetazos, empujones.

Se paró el partido y todo el estadio se quedó mirando lo que ocurría allí. Los pocos policías que había acudieron a lanzar gases lacrimógenos y acabaron huyendo ante la violencia de los ultras. Solo los líderes de los dos grupos pudieron parar la bronca, haciendo que se reanudase el partido como si nada hubiera ocurrido.

Mientras tanto, al ‘hospital’ (por llamarlo de alguna manera) del estadio iban llegando niños y niñas de no más de 16 años sangrando, con la cabeza abierta o con ataques de ansiedad. De locos. Acabó el partido y el ambiente seguía algo enrarecido. Por más que preguntábamos nos decían que era algo normal… ¡Y en un partido amistoso! No nos lo podíamos creer.

Tuvimos que esperar dos horas dentro del estadio tras el partido hasta que un taxi pudo entrar a recogernos (hubo algunas pequeñas peleas entre aficionados y la Policía, además de un atasco horrible). Alicia aún me quiere matar, pero me acabará reconociendo que fue una experiencia de la ostia.

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Sobre el autor

Alicia y Sergio. Diseñadora gráfica y periodista. Dos amantes de los viajes que han dejado todo durante un año para recorrer el mundo y contar sus aventuras en este blog.



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