DIY: Nuestras mesas plegables
A veces da la impresión de que tenemos una casa de ‘quita y pon’. Intentamos que la mayoría de las mesas se pliegen cuando no hay que usarlas y es que siempre nos ha resultado un recurso útil y estético. Se trata de un fenómeno que, además, crece exponencialmente en el mundo del interiorismo al mismo ritmo que el precio del metro cuadrado en las grandes ciudades. Por ello, aunque en ocasiones hemos tenido que crear nosotros mismos el mueble para adaptarnos al espacio disponible, ya hay opciones rentables en muchas tiendas y grandes superficies.
En esta entrada volvemos a recurrir al DIY (o, en español, hazlo tú mismo). De las tres mesas a las que nos vamos a referir una está creada por nosotros (el padre de Sergio incluido) de la nada, otra reformada y la última, comprada. En primer lugar, decidimos diseñar una separación ‘invisible’ entre la cocina y el salón. La casa es abierta y decidimos anclar una mesa a la columna para diferenciar los dos espacios cuando nos pareciese oportuno. Tuvimos que comprar los tablones de madera de color rojo a medida en Leroy Merlin, atornillarlo a la pared y añadirle las bisagras.
Por último, añadimos una pata comprada en Ikea que se regula en función de la altura de la mesa. De esa forma, nos permitía acortarla cuando la mesa estaba cerrada, para ocultarla, y dejarla caer cuando se desplegaba. El resultado, como podréis ver, es resultón y apenas ocupa 15 centímetros. De paso, nos sirve para decorar un espacio que estaba perdido y resulta muy util a la hora de cocinar. Al final, el invento salió por unos 50 euros y unas cuantas horas de trabajo, pero lo bueno es que es imposible que haya otra igual por ahí… Las fotografías que podéis ver encima fueron un regalo de Raúl Delgado Corredor en su época dorada en el mundo de la fotografía analógica.
La siguiente mesa es muy especial. Perteneció a la abuela de Sergio desde hace muchos años y ahora la hemos rescatado para que ocupe un lugar privilegiado en casa. Hasta entonces, teníamos una mesa de madera que ocupaba medio salón y estábamos empeñados en cambiarla por muy cómoda que resultase. Recurrimos a esa vieja reliquia y la restauramos por completo. Primero limpiando todo el óxido, para después lijarla y colocar encima unas planchas rojas que Alicia encontró tiradas en la calle. Apenas gastamos unos euros en materiales…
Ahora no chirría cuando se abre y hemos llegado a juntar hasta a ocho personas cómodamente alrededor de ella. Mantiene el encanto de una mesa vieja, pero con un color llamativo que encaja a la perfección con el salón y la cocina. Cuando se pliega nos da la impresión que hasta vivimos en una casa grande. Es una maravilla.
Por último, vimos en el Ikea una mesa que nos parecía perfecta para nuestro estudio. Y por sólo 30 euros. Ya teníamos un tablero de madera colocado sobre la ventana a modo de escritorio, asi que le buscamos un hueco en una de las paredes laterales.Las medidas eran perfectas. Allí es donde utilizamos materiales más ‘aparatosos’ y donde Alicia pinta sin miedo a cargarse algún ordenador o a manchar papeles importantes.
Como en el resto de casos, cuando la mesa está plegada nos permite colocar sobre ella algunos detalles para decorar y dar un poco de gracia a estos espacios vacíos. Son todo ventajas.
Sobre el autor
Home Sapiens Alicia y Sergio. Diseñadora gráfica y periodista. Dos amantes de los viajes que han dejado todo durante un año para recorrer el mundo y contar sus aventuras en este blog.
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