Odio a las máquinas de sellado del supermercado
Llegamos al supermercado tan tranquilos, hasta contentos, después de una tarde de compras. Pero todo se complica cuando procedemos a entrar al Carrefour de turno y el responsable de seguridad nos manda a esa máquina del infierno. Ahora tenemos que meter todo en un saco gigantesto de plástico que, posteriormente, debemos sellar térmicamente. Si hay narices…
No hay una sola vez que hayamos conseguido cerrar la bolsa con éxito. Siempre con el miedo de chamuscar la ropa que hemos comprado previamente, por otra parte. Al final, hartos de calcular el tiempo justo que necesita la máquina para sellar la bolsa, acabamos haciendo un nudo o fingiendo, con el orgullo herido, que lo hemos logrado.
¿Qué fuerza hay que aplicar?, ¿durante cuánto tiempo?. Son misterios que nunca llegaremos a resolver. Al final, todo el mundo sabe que la bolsa está abierta, pero ¿qué demonios te pueden decir?, ¿acaso van a ir ellos a cerrártela?. Lo mejor es que al final, a la hora de pagar, cuando la cajera te pregunte si quieres una bolsa, puedes responder que ya tienes una (bien grande). Y, encima, gratis.
Home Sapiens, 1. Carrefour, 0.