El ciclo pringoso del aceite
Retomamos nuestro querido ‘Diario Gráfico‘ para hablar de lo que hemos denominado como “el ciclo pringoso del aceite”. No sabemos cómo funcionará en vuestras casas, pero en la nuestra el ‘recorrido’ del aceite se convierte en un proceso de lo más tedioso (además de pringoso) que odiamos profundamente.
Todo empieza en el supermercado, donde viendo que el aceite está a precio de oro decidimos comprar una de esas enormes garrafas de cinco litros con lo que ahorras algún que otro euro. Puede parecer una ventaja, pero ésto nos obliga a dejar el bidón en el trastero y tener que bajar cada vez que queremos reponer la botella. Primer golpe bajo…
Una vez que llegamos al trastero, intentando no cruzarnos con ningún vecino para que no vean cómo sobresale el pijama por debajo del abrigo, cogemos un pequeño embudo y tratamos de controlar el pulso para llenar la botella sin que acabe pringando por todos lados. ¡Misión imposible! Si alguien lo ha conseguido alguna vez que tenga el valor de reconocerlo por aquí.
De vuelta a casa, vertemos el aceite en la sartén para cocinar y cuando está la cena lista tenemos que enfrentarnos a otra situación difícil: ¿Ese aceite lo podemos reutilizar? Nadie sabe a ciencia cierta cuántas veces se puede usar el mismo aceite, quizás un día hablemos más a fondo de ello en el blog, pero el caso es que seguramente metamos la pata y la siguiente cena nos sepa al pescado de la noche anterior.
Por último, cuando decidimos no dar más uso al aceite, toca buscar un bote para llevarlo a reciclar. Sin embargo -vuelta a la Ley de Murphy- no tenemos ninguno a mano y recurrimos al clásico ‘tetra brik’ de leche, donde es imposible atinar desde la sartén, con el consiguiente pringue de toda la cocina. Un ciclo infernal que estamos condenados a repetir. ¡Qué dura es la dieta mediterránea!