Los huevos del campo
XL, L, M… ¿Qué clase de huevos son esos que se compran por tallas como si fuesen camisetas?. Todos iguales, de un color inmaculado e, incluso, tatuados en la cáscara. “Eso no puede ser sano”, dice Alicia cada vez que pasa por el supermercado. Ella se queda con los huevos del campo, los que vienen de Fregenal cada dos semanas.
Llegan en una huevera y hay que quitarles hasta la tierra antes de meterlos en la nevera. Del corral a nuestra casa, sin más intermediarios que la dueña de las gallinas y el padre de Alicia. Cada uno es de un tamaño y un color diferentes, algo muy difícil de ver en la gran ciudad. La yema es de un amarillo intenso y el sabor no tiene ni punto de comparación.
Son de esos pequeños caprichos de los que no queremos prescindir. Disfrutar de unos buenos huevos con patatas, al menos una vez por semana, debería estar obligado por prescripción médica. Sin olvidarnos de una buena barra de pan para poder mojar, otro de los placeres que hemos ido dejando de lado en nuestra ajetreada vida capitalina.
Esperamos que no hayáis tenido que leer esta entrada del blog a una mala hora. Podemos oír a vuestras tripas desde aquí…
Sobre el autor
Home Sapiens Alicia y Sergio. Diseñadora gráfica y periodista. Dos amantes de los viajes que han dejado todo durante un año para recorrer el mundo y contar sus aventuras en este blog.
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